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miércoles, 29 de agosto de 2012

Alberto ya quiere que dé a luz.


Hoy tuvimos nuestra cita para la ecografía 4D. Fue muy lindo ver a Giulia con tanta calma y con tanto detalle y poder saber cuánto mide y cómo está creciendo (a mi me encanta que me digan números para luego comparar con mi libro…si, lo sé, soy una pesada). Ella está súper bien, es un poquito más grande de lo que corresponde a su edad pero la verdad, salvo que me digan que no creció nada o que está muy por debajo del promedio, ya no me preocupa que no sea la bebe más grande del universo (¡he madurado con los meses!). De hecho, como me dijo una amiga, mejor que no sea tan grande así el sale más fácil el día del parto. La buena noticia del día es que el parto ya puede ser natural porque al crecer mi útero la placenta se subió y ya no hay riesgo de placenta previa (léase, ya no está bloqueando la cérvix).


Hace mucho que no escribo dos post tan seguido pero hay dos cosas que me llamaron la atención de hoy. Una sobre mi y una sobre Alberto (y me pareció importante tener un poco del punto de vista del papá).

Sobre mí: Horas antes ir a la ecografía, escribiéndole un mail a una amiga, le dije –y en verdad lo pensaba y sentía en ese momento- que, aunque todo el mundo me había dicho que cada vez me emocionaría más y más con la idea de las ecografías y de ir a ver a la bebe, yo no sentía eso. Lo esperaba con más ansias antes que ahora.

No me malentiendan, claro que voy feliz a mis consultas y ni bien salgo de una saco mi cita para la siguiente y me encanta ver a Giulia y me da cólera cuando no la veo lo suficiente o cuando no me dicen cuánto mide o cuando no le toman una foto bonita o cuando no me dan un video (como en la consulta anterior) pero ya no tengo esa ansiedad que tenía antes, ni cuento los días que faltan con tanta desesperación. Mi teoría es que antes sentía la necesidad de verla porque era la única forma que tenía de constatar que estaba ahí…y que estaba bien. No había ni panza, ni nauseas, ni patadas ni nada. Sólo unos cuantos kilos de más (que, seamos sinceras, ha sido un problema que he tenido siempre, ¡desde que tengo uso de razón!) y las fotos de las ecografías que guardo en mi agenda (y el test de embarazo positivo que, lo admito, tengo guardado también).

Ahora es diferente. Ahora me despierto todas las mañanas y lo primero que hago es verme la barriga, ver si ha crecido, si está más arriba o más abajo que el día anterior. Cuando me visto tengo que ver qué me pongo que me quede bien y conforme pasa el día voy viendo cómo cambia la forma de la panza también. Durante el día, sobre todo en la tarde y aún más en la noche que es cuando estoy más tranquila, siento que Giulia se mueve y a veces hasta lo puedo ver desde afuera. Hoy incluso me desperté sintiéndola. Ya no necesito verla en la pantalla para saber que está ahí y que está bien, ahora yo se que está bien.

Sobre Alberto: Resulta que Alberto ya quiere que dé a luz. Ayer que leyó mi post (lo leyó igual que el resto, normalmente no se los enseño antes) no me dijo nada, sólo que le gustó. Pero hoy que salimos de la consulta, luego de hablar con mi suegra (y que me dijera que seguro me moría de ganas de tener a Giulia conmigo –ella no lee el blog porque no habla español- y que yo le dijera que no tanto), Alberto me dijo que él si quería que ya diera a luz. De un lado me sorprendió pero del otro entiendo perfectamente (y de hecho, me acordé del caso de una amiga mía que me había dicho que a ella le pasó lo mismo con su esposo). Para él no es tan divertido que esté adentro mío (seguro si estuviera adentro suyo tampoco sería tan divertido como es para mí porque se estresaría más de lo que me estreso yo pero al menos la sentiría, ¿no?). Aunque yo le aviso cuando se mueve para que ponga la mano o voltee a mirar -parece que Giulia tiene un poco de pánico escénico y la mayoría de veces que sabe que su papá la está tocando o mirando deja de moverse-, le cuento todo lo que siento y trato de hacerlo participar en todo (quizás hasta más de lo que él quisiera porque sospecho que todos los datos curiosos que le cuento no le interesan tanto como a mí), para él esto del embarazo no es como para mí (obviamente). Él quiere ver a su hija en vivo y en directo, quiere conocerla porque es su única forma de sentirla y de acercarse a ella, de empezar a tener una relación, quizás hasta de empezar a quererla. Y tiene sentido.

Le pregunté también sobre las ecografías y si su emoción por ver a la bebe había aumentado o disminuido con el tiempo y me dijo que siente lo mismo que antes, que su mayor miedo en cada cita es no sentir el corazón que late y me repitió que él la preferiría ya afuera. 

martes, 28 de agosto de 2012

No quiero dar luz…


Van pasando los días y cada vez que veo mi Plan Prenatal (el que me dieron en la clínica cuando empecé a atenderme con ellos) me doy cuenta que me quedan menos y menos citas y que ya estamos al final de la página (aunque en realidad todavía no termino el segundo trimestre, la cantidad de exámenes bajan) y la verdad no me gusta mucho la idea.

Yo no quiero dar a luz. Al menos hoy no quiero ni un poquito. Muchas me dicen que en 2 meses y medio más cuando me pese todo voy a estar desesperada por que “me saquen” al bebe de adentro pero la verdad es que en este momento no puedo ni imaginarme cómo será sentir eso, estoy TAN bien como estoy.

Son varias las razones por las que no quiero dar a luz. La primera y más obvia es porque ¡me siento súper bien! Si antes me sentía bien, ahora me siento aún mejor. Definitivamente el segundo trimestre es mejor que el anterior. Ya no me cae tan pesada la comida (excepto si como carne roja muy tarde, ahí si me quedo despierta toda la noche), no siento languidez ni acidez ni nada, ahora si se me ve 100% embarazada (desde hace poco en realidad, hasta hace un par de semanas podía pasar tranquilamente por gordita dependiendo de la ropa), la gente es amabilísima conmigo, todos me engríen más que de costumbre (incluyendo a Alberto), ¡todo es una maravilla!

La verdad, yo podría vivir embarazada TODA mi vida (asumiendo que todos mis embarazos fueran como este…y tengo la esperanza de que así será el siguiente -y último- porque ese fue el caso de mi mamá). Tengo la suerte de tener un embarazo modelo… ojalá todas las mujeres (y sus esposos) pudieran tener la suerte que tengo yo. Lo único que si noto desde hace unas semanas es que estoy más sensible en general, un poco más llorona quizás (especialmente cuando se trata de cosas relacionadas con niños) pero dejando de lado eso –y aún contando eso- no tengo nada de que quejarme.

Pero hay varias razones más por las que estoy feliz como estoy, razones que básicamente se resumen en una sola: NO ESTOY LISTA PARA TENER A GIULIA CONMIGO TODAVÍA. Y no estoy lista desde varios (o todos los) puntos de vista. Ni logísticamente, ni emocionalmente, ni físicamente (y seguramente tampoco en ninguno de los otros “mentes” que puedan haber).

Físicamente es obvio, todavía falta un poco más de 3 meses y medio de embarazo (¡felizmente!) y aunque desde el día 1 se ve como el cuerpo se va preparando para traer una vida al mundo (¡y yo sigo maravillándome cada día con cada uno de los cambios, las venas, la panza -¡amo mi panza!-, etc.!) ni yo ni Giulia estamos listas para el día del parto (pero ojo, sigo sin tenerle miedo a ese día, no quiero que llegue aún pero no le tengo miedo al parto). Así que en ese frente seguimos preparándonos. Seguimos con las clases de yoga prenatal, ya vamos a empezar las clases informativas prenatales en pareja a mediados de setiembre y seguramente tendremos una clase mucho más práctica sobre el final del embarazo con mi profesora de yoga. Pero la parte física es la que me preocupa menos, la naturaleza (y mis profesoras prenatales) se irán encargando de ayudar con eso.

La parte logística va avanzando pero no al ritmo que yo quisiera (aunque racionalmente sé que no hay ningún apuro y que hay tiempo de más). Por lo pronto ya nos mudamos (¡check!). Fue bastante fácil y, aunque la desempacada se hizo en “tiempos de embarazada” (léase, bastante más lentamente de lo normal), ya las cajas están vacías y salvo por pequeñísimos detalles como colgar los cuadros, digamos que estamos 100% instalados.

La lista de cosas que necesito para la llegada de Giulia va tomando forma. La versión original que hice, y sobre la que les conté en mi post anterior,  ahora está más completa. No porque haya incluido más cosas sino porque las cosas que tiene ya tienen más detalle. Poco a poco he ido visitando tiendas de bebes, hablando con amigas que viven acá (resulta que a veces es mucho más práctico y conveniente comprar todo –o casi todo- en el lugar en el que estás que mandarte a traer las cosas por más que creas que en otros lados son mejores o más baratas) y ya como que se está concretando la cosa. Debo confesar que esto de la lista ha sido más difícil de lo que suena –y de lo que pensaba que sería. Ir a ver tiendas de bebes no es tan divertido como yo creía. Cada vez que voy a una, en vez de salir emocionada y con ganas de comprarme todo, salgo completamente agobiada, espantada, no sabiendo qué decidir y, al final, ¡no queriendo comprar NADA NUNCA!

Aunque no pensé que fuera así, lo que más me calmó con el tema de la lista y las tiendas de bebes fue ir con Alberto a una el sábado pasado. Contra mi pronóstico, él estaba emocionadísimo con las cosas que veía. Claro, con las cosas que no nos sirven hasta dentro de un buen tiempo (como los asientos  para carro –que no tenemos- para niños de más de 1 año –que tampoco tenemos- hechos por no sé qué marca que diseña los asientos de los carros de formula 1 o los legos que forman ambulancias o camiones de bomberos que claramente dicen “5 años o más”).  A las cosas que si importan –léase las que necesitamos en el futuro cercano- ni bola les daba por más que yo le explicaba cuáles eran y para qué servían. Él todo lo simplificaba y me respondía que millones de mujeres en el mundo (y nuestras madres en el pasado) se embarazan, tienen hijos y los crían sin  ninguna de las cosas por las que yo me hago mil bolas. Y tiene razón (y eso que yo estoy tratando de ser lo más simple que puedo con relación a las cosas que quiero comprar). Tampoco es que pretenda (ni Alberto tampoco) tener y criar a Giulia como en el Medioevo pero la verdad es que tantas complicaciones mentales que me estaba haciendo son innecesarias. Desde que fui con él, he avanzado mucho más mi lista y decido las cosas sin darle tantas vueltas (los que me conocen bien saben que, si no fuera porque se necesitan TANTAS cosas, probablemente hubiera hecho una hoja Excel comparativa de cada tipo de saca leches, biberón, chupón, coche, etc.).

El cuarto es otra cosa que me traía (hasta hace unas horas) un poco agobiada/preocupada. Resulta que por sus dimensiones (como 6 metros cuadrados) y su forma (techo con mansarda inclinado y con la calefacción que ocupa buena parte de la pared más larga), que encima lo hace más chico de lo que ya es, es un poco difícil encontrar muebles que entren (al menos que entren sin que Alberto y yo -pero más Alberto obviamente- nos demos de cabezazos contra el techo cada vez que vayamos a ver a la bebe) y decoraciones que vayan con el poco espacio libre que tendremos luego de amoblarlo. Felizmente, luego de pasármela midiendo el cuarto una y otra vez desde ayer, y de ver las medidas de todos los muebles y decoraciones que hemos visto en tiendas y en internet, creo que ya podré dormir tranquila porque ya tengo una idea más clara de cómo lo voy a hacer.

Pero lo que más me atormenta de la famosa lista y del cuarto es que ambos siguen en el papel. Que avanzan y se completan los detalles pero yo sigo sin tener la cuna conmigo, ni la cenefa, ni los biberones ni nada…y aunque sé que nos sobra el tiempo, si por mi fuera, tendría todo ya puesto en su sitio para finalmente poder ponerle “¡check!” a todo y no pensar en eso nunca más.

Finalmente, respecto a la parte emocional, -díganme extraña o poco maternal- yo todavía no siento la necesidad de conocer a Giulia. Sólo una vez –cuando salí a almorzar con una amiga y su hijita de mes y medio- he sentido ganas de tenerla conmigo. Por lo demás, todavía no me dan ganas de cambiar las cosas. Todavía quiero que sigamos siendo dos (o dos y medio si quieren), todavía quiero sentir a Giulia adentro y saber que está bien –y que yo no tengo que cuidarla para que siga estando bien-, todavía me da flojera (seamos sinceros, también hay algo de esto) cambiar mi rutina, levantarme en las noches, andar por las calles con un cargamento de cosas de bebes, en general, cambiar mi vida para siempre. Aún ni siquiera logro hablarle a mi panza, sólo me comunico telepáticamente con ella (espero que funcione) cuando voy a la clase de yoga o la acaricio cuando siento que se mueve (eso sí, disfruto mucho cuando se mueve, especialmente cuando se ve desde afuera y Alberto puede verlo también). Ni música le he puesto a la pobre (como yo no soy muy musical tampoco). No sé si con el paso de las semanas cambiaré, no sé si al menos le empezaré a hablar pero si estoy segura de que cuando el momento de que Giulia salga llegue, tanto Alberto como yo estaremos listos (o todo lo listos que se puede estar para un evento como este). Por lo pronto, seguiremos disfrutando de ser dos y de tenerla con nosotros en mi panza…